Monday, February 20, 2012

sabores libaneses

He estado cocinando...
Los que me conocen quizás se sorprendan ya que saben que lo mío nunca ha sido la cocina. Con lo años me he reído mucho de mi ineptitud en el área, que de paso, ha sido muchas veces justificada. He quemado sopas, aun no entiendo como cocer bien un arroz y ni hablar de cosas supuestamente simples como el pollo. Lo mío se limitaba a hacer unas excelentes omelettes y sería.

Pero la secreta verdad dista bastante de esa realidad: no es que no pueda cocinar sino que simplemente me cansa el proceso de tener que comer por deber y especialmente, el tener que lavar una cocina colapsada. La flojera siempre fue mi peor enemiga, incitándome a no seguir las recetas o descuidar lo que hacía.
Pero todo cambia y en los últimos años me ha dado cada vez más por intentar reconciliarme con las ollas y sartenes, generando mejores resultados de los que me esperaba. Curry, sushi, pollos agridulce y unos que otros platos ya han sido logrado con éxito, motivándome a dejar cada vez más de lado mis prejuicios. Eso sí, siempre dentro de un cierto rango de cocina (oriental)…petit à petit.
Concedamos que lo mío no es la cazuela ni la cosa criolla. Cuestión de gusto me imagino. No crecí con esos sabores y no me llaman la atención…salvo por cosas como la famosa humita. ¡Esa sí me gustaría hacer!

Un mezze libanés
Mi gran pasión culinaria siempre ha sido y seguramente será la comida libanesa. La sangre tira fuerte pero también los recuerdos de años de felicidad en mi querido Líbano, comiendo tartines de jambon y mayonnaise gigantes preparadas por mi querida buely Mony. Eso no suena muy libanés, dirán ustedes, pero que maravilloso era el que viniera en un exquisito pan pita recién hecho. Se me hace agua a la boca el sólo recordarlo. 
Amo la comida libanesa…el kibbeh al horno, el coussa mehchi (mi plato favorito hasta el día de hoy), las famosas hojitas de parra, las man’houshe, el lahme ba ajin y tantos otros platos que llenaron mi infancia con los más felices kilos que jamás he tenido.
Pero de lo bueno poco, y cruelmente fui alejada de las costas mediterráneas hacia países donde el zaatar es una palabra desconocida y donde la comida ya no era la feliz celebración de un pueblo maravilloso.
Fue por lo mismo que decidí que era tiempo de aprender a cocinar mis queridos platos libaneses. O quizás porque ya estaba cansada de pagar excesivamente por comida “árabe” sin gusto a nada.
Mi primer intento de lahme bi ajin 
Sea como sea, me embarque en este aventura culinaria que en estos días me tiene totalmente atrapada. El momento es ideal ya que a falta de trabajo, tengo horas de sobra para cocinar platos cuya preparación es…bueno, eterna.

¿Pero...por donde empezar? Mi amada madre, por muy libanesa que es, nunca fue muy devota de la cocina y no tiene problema en reconocerlo; por lo que eso de los “secretos de familia” fue rápidamente descartado. ¿El libro de Chef Ramzi? La verdad es que sentí que le faltaba ese “toque” especial a sus recetas y que omitía algunos ingredientes claves.
Y bueno…internet.
Hoy en día, es la gran opción y tengo que admitir que me ha servido harto como apoyo (personalmente, prefiero los sitios franceses ya que suelen ser más autenticos).

Pero al final termine por preguntarle a mis tías más “gourmet” por ayuda, inspirándome en sus recetas y en mis recuerdos para obtener el resultado deseado.
Iré entonces documentando mis logros (y en menor medida espero, mis fallas) mientras me reencuentro con los sabores de mi Líbano adorado. Ojalá todo salga bien.

Sahtein !!